Se le rindió homenaje póstumo al Dr. Enrique Arrieta Silva en la Universidad Juárez

Por: Dirección de Comunicación Social - 12 de febrero, 2020

La campana situada en lo alto del Edificio Central de la Universidad Juárez del Estado de Durango dio doce tañidos para recibir el cuerpo del Dr. Enrique Arrieta Silva, a quien la comunidad universitaria, encabezada por el rector Rubén Solís Ríos, familiares y amigos le rindieron un homenaje póstumo en el Aula Laureano Roncal, donde aún resuena la voz de sus vibrantes discursos de oratoria que le dieron el reconocimiento nacional.

Con el rector Solís Ríos al frente, acompañado del Decano de la máxima casa de estudios, Eduardo Campos Rodríguez y funcionarios de la Administración Central, enseguida de una escolta femenil, los restos del distinguido universitario recorrieron el pasillo derecho del vetusto edificio hasta llegar al Aula Laureano Roncal, donde se llevó a cabo una serie de guardias de honor por parte de las autoridades universitarias, amigos y familiares del doctor Arrieta Silva.

En ese escenario su hijo Enrique Arrieta Ramírez, en representación de su familia, agradeció las muestras de cariño hacia su padre y que se haya hecho un homenaje en el recinto universitario, donde comentó que es reconfortante ver y hablar con personas que lo quisieron tanto, “… en estos momentos difíciles eso es un bálsamo para nosotros, que sentimos mucho dolor, pero esto nos reconforta…”.

Por su parte, Rodolfo Ramos Limón, un amigo entrañable de Enrique Arrieta, lo definió como “… quien supo ser abanderado impoluto de la justicia desde la magistratura, representante incorruptible de la sociedad, docente por vocación en las aulas universitarias, juarista irredento en infinitas batallas victoriosas, historiador singular con acento fresco y narrativa incomparable”.

“De Arrieta Silva -dijo- nos quedan sus vastos y nutridos estudios de la historia de México, que fueron su pasión y punto de partida y de destino; nos quedan las piedras angulares y los planos grandiosos de su obra educativa convertida en plan de vida, pues junto al servicio público, en remate de todos sus esfuerzos, fue para siempre la educación universitaria, plantada generosamente por él en las aulas, pasillos y talleres de su amada Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, institución pionera de su también amada Universidad Juárez del Estado de Durango”.

“En síntesis, en su vasto trabajo literario y sus grandiosas alocuciones nos quedan armonizantes el idealismo del poeta, el amor del artista, el método del escritor, la erudición del maestro y su gran pasión por la libertad del patriota”, continuó el orador.

“Usted se va, pero su espíritu combativo, generoso y ejemplar se queda en su querida UJED como un valioso incentivo para que las nuevas generaciones de universitarios juaristas sigan honrando a nuestra alma mater en la academia, en la investigación y en la cultura, con el convencimiento pleno de seguir trabajando por la virtud y el mérito para que así, por nuestra raza siga hablando el espíritu universitario…”, agregó.

Para concluir, Ramos Limón expresó: “Hasta siempre, hermano y amigo; hasta siempre, triunfador en el prestigiado concurso nacional de oratoria del periódico El Universal. Permíteme, Enrique, que en el epílogo de esta triste despedida emerja la confianza para pedirte que aceptes este merecido homenaje que tu Universidad Juárez te rinde en este lugar, donde aún resuena la voz vibrante de tus convincentes discursos en aquellas históricas competiciones en el arte del buen decir y de la palabra bella, donde compartiste la tribuna con destacados oradores universitarios, ya ausentes”.

El también prestigiado orador Enrique Torres Cabral expresó ante familiares y amigos de Enrique Arrieta Silva que tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un hombre que ame tanto a su padre y a Durango, como él lo hizo.

“Enrique Arrieta amó tanto a su padre, don Domingo Arrieta, que pueden cantar las coplas de Jorge Manrique, que cantó coplas a la muerte de su padre, y decir: ‘nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar que es el morir’. Sí, primero fue el río de Don Domingo y después el de Enrique, que trabajó toda su vida literaria para enaltecer las virtudes de su padre. En Enrique se pueden repetir las palabras de José Martí, que compartió en su libro ‘La edad de oro, un libro para niños’, en donde se refirió al Padre Don Miguel Hidalgo. José Martí dijo: ‘la grandeza de Hidalgo es como la grandeza del Sol, y el Sol nos da la luz, pero tiene manchas, los agradecidos nos hablan de la luz y los desgraciados nos hablan de las manchas, y Enrique fortaleció el árbol frondoso del recuerdo de su padre y por él vivió, por su familia, por sus amistades y por Durango”, pronunció Torres Cabral.